lunes, 28 de febrero de 2011

35 frases de mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2011


Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con Él también habéis resucitado” (Col 2, 12)

1.- La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo muy valioso e importante.

2.- La comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor.

El signo del bautismo

3.- Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando “al participar de la muerte y resurrección de Cristo”, comenzó para nosotros “la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo”.

4.- El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia “los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.

5.- El apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos (cf Flp 3, 10-11).

6.- El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la gracia, que lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.

7.- Un nexo particular vincula el Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la gracia que nos salva. Los padres del Concilio Vaticano II exhortaron a los pastores de la Iglesia a utilizar “los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal”.

8.- En efecto, desde siempre la Iglesia asocia la vigilia pascual a la celebración del Bautismo: en este sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf Rm 8, 11).

9.- Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para su existencia.

Los cinco domingos de Cuaresma

10.-La Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía hacia un encuentro especialmente intenso son el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el sacramento del renacimiento; y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a Él.

11.- El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida.

12.- Es una llamada decidida a la recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con Él, una lucha “contra los dominadores de este mundo tenebroso” (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.

13.- El evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre.

14.- Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: Él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal” (cf Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

15.- La petición de Jesús a la samaritana: “Dame de beber” (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del “agua que brota para la vida eterna” (v. 14).

16.- Es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos “adoradores verdaderos” capaces de orar al Padre en “espíritu y verdad” (v. 23). ¡Solo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Solo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, “hasta que descanse en Dios”, según las palabras célebres de San Agustín.

17.- El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: “¿Tú crees en el Hijo del hombre?”. “Creo, Señor” (Jn 9, 35,38, afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente.

18.- El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en Él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como “hijo de la luz”.

19.- Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: “Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto?” (Jn 11, 25-26).

20.- Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo (v. 27).

21.- La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en Él. La fe en la resurrección de los muertos y en la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.

De la cruz a la luz

22.- El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la gran vigilia de la noche santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos “del agua y del Espíritu Santo” y reafirmamos de nuevo compromiso de corresponder a la acción de la gracia para ser discípulos.

23.- Nuestro sumergirnos en la muerte y en la resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales y de un vínculo egoísta con la “tierra”, que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo.

24.- En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf I Jn, 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la “palabra de la Cruz” manifiesta el poder salvífico de Dios (cf I Co, 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (encíclica Deus caritas est, 12).

Ayuno, limosna y oración

25.- El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa, aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa –y no solo de lo superfluo-, aprendemos a apartar la mirada de nuestro “yo” para descubrir a alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos.

26.- En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez del dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto, la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir.

La idolatría de los bienes, en cambio, no solo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, la fuente única de la vida.

27.- La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

28.- En todo el tiempo cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando en nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo.

29.- La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la transcendencia, simplemente marca nuestros pasos un horizonte que no tiene futuro.

30.- En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que “sus palabras no pasarán” (cf Mc, 13, 31), para entrar en la íntima comunión con Él que “nadie podrá quitarnos” (cf Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que nos falla, a la vida eterna.

Conversión para seguir e imitar a Cristo

31.- En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el misterio de la cruz, es “hacerme semejante a Él en su muerte” (Flp 3, 10) para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo como San Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo.

32.- El periodo cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con revisión de vida, la gracia renovadora del sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.

33.- Mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo.

34.- Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico.

35.-Encomendemos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como Ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.

Escrito por Ecclesia Digital

domingo, 20 de febrero de 2011

Carnaval, Miércoles de Ceniza e inicio de la Cuaresma

El carnaval se aproxima y en el cole comenzamos todo el preparativo para celebrarlo. En el área de religión vamos a ir un poquitín más allá e intentaremos entender porqué se celebra el carnaval y lo que viene después…

40 días

Significado del carnaval al inicio de la cuaresma

La palabra carnaval significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevo, etc.)

Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.

Muy pronto empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los cuales se “arrepentirían” durante la cuaresma.

Origen de la costumbre

Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un “hábito penitencial”. Esto representaba su voluntad de convertirse (de cambiar)

En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión (Cuaresma)

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Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

La imposición de ceniza es una costumbre que nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.

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Cuando quemamos algo ¿qué queda? CENIZA.

Las cenizas son nuestros egoísmos y enfermedades: peleas, mentiras, pereza en el estudio, falta de cariño y respeto nuestro padres…

La ceniza significa que todo lo anterior lo hemos quemado y que queremos que nazca en nosotros algo nuevo: la paz, la amistad, la solidaridad, el amor, la dulzura, la comprensión…

martes, 15 de febrero de 2011

La clase de Religión, la última de las Marías

Solo los que me conocen bien saben que mi labor literaria no solo es compaginada con mi colaboración en la Universidad Católica de Valencia, sino que dedico muchas horas a las clases de Religión en un centro de las Misioneras Claretianas. Quizás solo a un excéntrico se le ocurriría dirimir las novelas, la lengua y la Religión, pero esta extravagancia a mí me encanta, y enriquece muchísimo mi existencia. Y evidentemente no cuento esto para que sepáis algo más sobre mi vida, sinceramente feliz, sino para dar cuenta de una modesta autoridad a la hora de exponer mis ideas.

Aquel que dedica gran parte de su tiempo a los jóvenes sabe que hay días mejores y peores: días excelentes, días para morirse sobre la tarima, a veces de risa, a veces de pena, y otros mortales de la muerte, como dirían ellos, en los que deseas estrangular a alguno y que las horas te traguen definitivamente. Es la condición humana de la docencia, esa esquizofrenia entre la vocación, la desesperación y la impotencia. Pero aquellos que entramos en el ámbito de la Religión en ESO y Bachillerato sabemos que también hay de esto, pero sobre todo hay días de luz y días vacíos, días en los que Dios late en tu corazón y otros en los que te deslizas hasta el final de la hora.

El amor en esto juega mucho. Es fundamental, y lo he experimentado. A veces estás con Él, y otras no.

Yo siempre les digo a mis alumnos que la asignatura de Religión es una María. No es por nada, pero ellos lo saben, como lo sabía yo desde muchacho. ¡Qué necesidad hay de engañarlos! Es más, para muchos compañeros es evidente, y a veces les cuesta disimularlo, aunque a ellos también les haría muy bien venir a clase, aunque a ellos también les haría muy bien esa asignatura tan desprestigiada y pendiendo de un hilo académico. Incluso a veces también sucede que los mismos docentes somos los mediocres, muchos profesores de Religión que dejan mucho que desear, que bien podrían dar Religión en un Instituto como Tecnología o Plástica, asignaturas algo más prestigiosas, claro.

Yo siempre les digo eso, y ellos lo saben: es una María, probablemente la más María de todas. Pero a mí me encanta, porque es la más importante de todas. Es imprescindible en tu vida y una de las únicas que andarás revisando siempre, hasta que te mueras. Yo les digo esto, y ellos me miran serios, no sé si porque lo entienden o simplemente porque lo intuyen. La asignatura de Religión es una pasada, pero como las cosas del Evangelio, parece un pequeño granito de mostaza. ¡Y esa ésa es la idea!

Más allá de lo que algunos puedan pensar, la asignatura de Religión Católica en ESO y Bachillerato tiene como principal objetivo que los alumnos aprendan. No se trata de una catequesis. Son muy bienvenidos esos ateíllos que enriquecen las horas, o esos indiferentes que a veces resucitas como a un Lázaro. La clase de Religión busca el conocimiento y para ello muchas veces debe ahondar en la historia, en la sociología, en el arte y, por supuestísimo, en la teología y en la filosofía. La gente no se lo imagina, pero la clase de Religión es una fuente de conocimientos, y si el alumno se niega a aprender, el profesor hará como los sabios, abrirá la jaula y los dejará volar. Pero si el muchacho quiere, aprenderá muchísimo.

Pero no es solo eso. La clase de Religión es la única asignatura en la que importa muy mucho cómo aprendan, cómo reciban el conocimiento. Como en todas las demás disciplinas, pero en esta sobremanera, es imprescindible que se lo pasen bien, que disfruten, que deseen que llegue la hora de Religión. En algunas, que esto no se consiga es secundario, pero en la María es imprescindible y fundamental. Aprender y disfrutar, o mucho mejor: disfrutar y aprender, y entre clase y clase, a veces sacudir las emociones, tocar el corazón, y dejar que Dios susurre a los más atentos. Son momentos puntuales, inesperados como perlas escondidas, pero que dejan un recuerdo imborrable, y los marca para siempre.

Mantener este equilibrio entre lo académico, lo emocional y lo espiritual en una clase es tan difícil como maravilloso. Por eso la Religión es una María que a veces mantiene heroicamente un buen número de alumnos, aunque en algunos institutos la pongan a última hora, cuando el resto de compañeros ya se ha ido a casa.

Jesús enseñaba con parábolas. Cada vez que tenía que explicar algo importante recurría a ellas. Entonces aquellos primeros alumnos escuchaban boquiabiertos, y los más atentos preguntaban después. En el siglo XXI, es inútil impartir la clase de Religión de otra manera. No se puede dar clases sin proyecciones, sin audios, sin imágenes, sin experiencias… ¡Es inútil! Y si hay alguien que esto todavía no lo ha entendido, que ceda el paso a otro. ¡Es inútil e imposible educarlos de otra manera en el panorama socioeducativo actual! Estoy convencido de que Jesús hoy nos diría que vale más una imagen que mil palabras. Pero eso sí: una imagen certera, a tiempo y bien suministrada.

Es por ellos que a veces me da por pensar, y por sentir. La asignatura de Religión es una María, pero una de ésas María que da pleno sentido a la vida de un docente cristiano. Soy consciente de que mis palabras serán la única referencia para muchos durante mucho tiempo, a veces quizás para toda la vida. La Iglesia Católica deposita en mis manos una labor única e imprescindible, y para muchos de esos jóvenes de hoy, mis enseñanzas serán lo único que carguen durante muchos años, hasta que un día, vacíos, pero con ese latido de las clases, se les vuelva a ocurrir dejarse caer por un templo. Para algunos no es la hora, para algunos tendrán que pasar muchos años para que entiendan. Sin embargo, quienes han pasado por la clase de Religión atesoran algo, algo que llega a brillar en lo escondido, y ese tesoro de la María algún día acabará por dar sus frutos.

En estos tiempos de laicismo, en estos tiempos en los que la clase de Religión cada vez es más y más Cenicienta, a veces me da por pensar qué sería del sistema educativo sin las clases de Religión y sin la incansable labor de los centros religiosos. A veces me da por pensar en el futuro sin canales efectivos para la transmisión de nuestros valores cristianos, comprobadísimamente buenos. A veces me da por pensar qué sería de esta sociedad sin un número importantes de alumnos que pierdan su tiempo con una María.

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Fuente: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=13868